La Habitación

Sabía que al entrar en aquella habitación ya no habría marcha atrás, un presentimiento de que algo cambiaría a partir de ese momento me invadía por completo siendo la incertidumbre mi única compañía ¿para bien o para mal? no lo sabía. Impulsado por el deseo de encontrar la respuesta que necesitaba me acerqué a ella.

Estando frente a la habitación, tal como me lo habían indicado, cerré los ojos pensando únicamente en encontrar la respuesta y esperé varios minutos, cuando de pronto escuché una voz firme y pausada que provenía del interior.

— ¡Pasa, te esperaba¡ —. Exclamó, con un tono familiar, como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo.

—Gracias por recibirme Maestro, con permiso. —Respiré profundo y abriendo los ojos lentamente mientras lo decía, avancé observando todo a mí alrededor.

Al fondo de la habitación se apreciaba una silueta, bajo la tenue y tranquila luz de varias velas blancas colocadas en diversos puntos formando un círculo cuyo centro era aquella silueta, que se encontraba sentada sobre el piso de madera. Dentro de la habitación incluyendo las paredes blancas no había absolutamente nada, ni muebles, ni cuadros, incluso el ruido no existía ahí. Al acercarme más, podía distinguir a un hombre maduro, cuya barba blanca cubría la mitad de su rostro, vestido con una túnica color marrón y colocada la capucha sobre su cabeza, las arrugas de su rostro tras la luz tenue de aquellas velas proporcionaban un aspecto de dureza y de conocimiento.

Al estar ya parado frente a él, me miró fijamente a los ojos, dando sus cejas blancas tupidas una apariencia de intelecto y sabiduría a la vez, con mirada penetrante como si estuviera leyendo mis pensamientos me invitó a sentarme.

—Por favor siéntate —. Indicó el Maestro, extendiendo su brazo en señal de sentarme frente a él —. Ahora vamos a dialogar tú y yo.

—Claro Maestro —. Asentí

—Sé muy bien que estás aquí y ahora frente a mí porque te encuentras pasando por una situación de la cual no encuentras salida o solución aparente alguna, pero dímelo tú mismo ¿Qué sucede? ¿Cómo te sientes? —Mencionó y preguntó el Maestro.

Tiempo atrás, y hablo de diez años atrás para ser exacto, me encontraba viviendo una vida placentera, sin contratiempo alguno, nada fuera de lo normal considerando solamente las situaciones del día a día tanto en lo laboral como en lo personal. Ocupaba en ese entonces un puesto elevado dentro de la empresa donde laboraba, ya con nueve años de antigüedad, gozando de un buen sueldo y excelentes prestaciones, viviendo en una excelente zona de la ciudad y realmente gozando de buena calidad de vida.

Fueron tiempos de vida placentera ciertamente, teniendo la posibilidad y la oportunidad de realizar diversos viajes así como el disfrutar de comida “sofisticada” en restaurantes de “prestigio”; la ropa que vestía la adquiría en boutiques de moda sin preocuparme en lo más mínimo por el precio. En fin, puedo decir honestamente que vivía muy bien.

De pronto, como si fuera en un cerrar de ojos, todo mi mundo cambió. La empresa en la que laboraba debido a varias situaciones tuvo que cerrar, de tal forma que con la liquidación recibida pensé:

—Bueno, con esto tengo para vivir unos meses sin preocuparme mientras encuentro un nuevo trabajo —me dije a mí mismo —, no debo de preocuparme en lo absoluto.

Y fue lo contrario, ya que pasados varios meses, después de tocar varias puertas, por no decir todas las que encontré, no conseguía un trabajo acorde a mi experiencia, a mis estudios y conocimientos adquiridos en el transcurso del tiempo, donde la edad comenzaba a ser un factor.

En ese entonces y ya con poco dinero producto de la liquidación tuve que vender mi automóvil para sobrevivir.

¿Qué si había trabajo? Sí, si lo había no lo niego, pero con ¡sueldos sumamente bajos, horarios extremos por completo y en su mayoría sin prestaciones!, a lo cual ya no tenía opción alguna y estaba en la necesidad, desesperación realmente de aceptar textualmente lo que fuera.

Puedo decir que mi vida había cambiado por completo, los viajes, los restaurantes y la ropa acostumbrada entre otras cosas ya no existían para mí.

En fin, se comenzaron a presentar una serie de situaciones las cuales sobra mencionar realmente, solamente basta el decir que muchas de ellas eran de las que dejan cicatrices en el alma misma.

Como un ejemplo de las situaciones vividas en esos días, y para rematar, menciono que por no contar con un buen salario, ¡vamos! ni siquiera un salario justo en pocas palabras, no me era posible el continuar con los pagos del crédito de la casa que había tramitado tiempo atrás resultando en perderla lamentablemente.

En ese entonces conocí la enorme diferencia de lo que es:

“El trabajar para vivir y el vivir para trabajar”

Parecía como si existiera una pared invisible que no me dejara pasar por ningún lado, hiciera lo que hiciera, para tener nuevamente una vida, ya no digamos placentera sino una vida estable.

Esos tiempos fueron los más desesperantes, pensando en lo que comería al otro día prácticamente... el estómago no conoce de paciencia.

Fue entonces cuando en mi angustia y desesperación comencé a buscar “ayuda”, una explicación a lo que me acontecía, una respuesta de aquella pared invisible que se construía frente a mí para donde volteara. Sin embargo la “ayuda” no proporcionaba respuesta concreta y mucho menos al qué y al cómo salir de aquella adversidad que me envolvía por completo.

Dentro de mi búsqueda, recibí la recomendación de acudir con el Maestro.

Para entonces, afortunadamente, había conseguido un trabajo en una Tienda Tradicional dentro de la ciudad en donde me encontraba, en la cual recibía un salario que me permitía mantenerme en pie, un respiro, lo que tenía y de lo cual estaba completamente agradecido por la acogida de aquella GRAN FAMILIA dueños de la tienda tradicional aunado a los apoyos recibidos de su parte en diversos aspectos, dada mi situación.

Todo esto lo expuse de manera completa y a detalle al Maestro. Al comenzar a hablar sentía como poco a poco bajaba la fuerza de mi voz, la cual se quebraba, y tratando de controlar que las lágrimas no brotaran de mis ojos siendo quizá la razón por la cual no podía en esos momentos mirarlo fijamente a los ojos dado que de hacerlo sin la menor duda habría acabado llorando. Esas lágrimas no eran más que el producto de una combinación peligrosa de desesperación y frustración, mezcla que orilla en muchos casos a una catástrofe incluso ante la propia vida misma.

—Entonces siento que alguien me ha causado un daño, una brujería o algo así —mencioné al final —, quizá producto de la envidia y quiero saber quién fue, por qué lo hizo y como quitarme ese mal que me acompaña para de nuevo estar bien.

—Primero responde algo simple —dijo el Maestro y con firmeza y tono duro preguntó — ¿Por qué en aquellos días de abundancia, de vida plena tal como mencionaste, no me buscaste sino hasta ahora?, ¿Por qué en aquellos días no consideraste que alguien te estaba haciendo algún bien y el por qué lo estaba haciendo lo cual te permitió vivir placenteramente?

— ¡Maestro, la razón es porque yo mismo me gané esa vida por propio esfuerzo! —. Exclamé de manera impulsiva y con cierto tono de reclamo.

—La respuesta está dada —dijo el maestro y prosiguió —, quizá cada fin de año, en aquella época, acudías a dar gracias por lo que tenías, por lo que habías logrado, quizá durante aquellos viajes, que mencionaste, al estar viendo el horizonte en la playa sentías lo afortunado que eras o, de igual forma, cuando te encontrabas comprando lo que querías sin pensar en un solo momento que alguien te había causado un bien, una brujería como le llamas, y mucho menos te importaba quién y por qué lo hacía —continuó —. Sin embargo cuando la situación cambió de posición, cuando la adversidad tocó a la puerta, las mismas preocupaciones así como la desesperación misma de ver, de vivir, como todo se desmoronaba poco a poco en tu entorno y a tu paso, sin encontrar una salida o una manera de recuperar esa “tranquilidad” que tenías propició el buscar en principio culpables, incluso el atribuirlo a lo sobrenatural. En aquellos días de “tranquilidad” se encontraban ya presentes, de manera consciente o inconsciente, dos aspectos que de alguna manera sabías y no dabas la importancia que merecían o que no querías reconocer, aspectos que de no tomarlos en cuenta van conformando él “cambio en contra”, también pueden conformarlo “a favor”, de uno mismo siendo en tu caso en caer en el “Error” con sus respectivas consecuencias.

Comprendí inmediatamente lo que el Maestro quería decirme y claramente se refería a que...

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Aquí se omite texto de la publicación completa

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Libro como hojas en el viento en la luz y en la oscuridad